Por Laura Soto
Supongamos que usted está frente a la siguiente situación: tiene que concurrir a una fiesta de casamiento, un compromiso, se casa el hijo de una amiga.
Seguramente en el evento se encontrará con gente que hace tiempo usted no ve, que notará en un simple revoloteo de ojos cuáles han sido las consecuencias del paso del tiempo en su ya lejana tersa piel de los 30, ni qué hablar de los 20. Usted seguramente ya cuenta con la indumentaria necesaria pues esto es lo primero, ni muy sexy y llamativa, ni muy recatada y moralista. Es usted una mujer moderna que ronda los sesenta y necesita hacerle saber al mundo que Usted está perfecta y en buen camino. Tal vez no pueda decir lo mismo de su pareja, o su marido, o el personaje de turno que la asistirá al subir las escalinatas de la catedral.
Probablemente ya esté un tanto excedido de peso y falto de pelos que le disimulen sus escuetas ideas. Pero él no cuenta en esto. Es Usted la que importa. A lo mejor es una ventaja la escasa lozanía de su compañero pues esto le dará brillo a su estampa. Previsora, ya cuenta con la falda de abundantes volados en tonos pastel y una blusa con algún dorado con caricias exiguas de color negro. Sólo le resta la frutilla del postre: un buen par de aros que le den ese toque especial a su estudiada irrupción en la velada.
La pareja que se casa, poco importa. Hay que aprovechar estas encrucijadas para lucir con gracia y estudiar el mercado, tanto la viudez como el divorcio, acechan, y hay que estar preparada. Es poco probable que la recuerden como “el alma de la fiesta”, pero no puede renunciar una coyuntura tan propicia para dejar establecido que es Usted una mujer “interesante”.
Decide tomarse el martes a la mañana para encontrar lo que busca. El lunes no, todo el mundo hace lo que decreta hacer, los lunes. Ya se trate de trámites en un derrotero por las mil ventanillas municipales, o se trate de llenar las alacenas con polenta o toneladas de hijiki, o tan sólo de la compra de un billete de lotería, es seguro que elegirán el lunes para comenzar el periplo.
Pero Usted, Usted, no.
Decide tomarse el martes a la mañana para encontrar lo que busca. El lunes no, todo el mundo hace lo que decreta hacer, los lunes. Ya se trate de trámites en un derrotero por las mil ventanillas municipales, o se trate de llenar las alacenas con polenta o toneladas de hijiki, o tan sólo de la compra de un billete de lotería, es seguro que elegirán el lunes para comenzar el periplo.
Pero Usted, Usted, no.
El miércoles y jueves, tampoco. Su experiencia le dice que son los días ideales que eligen los que se quejan por algo, y en esta ciudad siempre hay alguien que necesita protestar y hacerse oír cómo sea, para desplegar su artillería y complicar no sólo el tránsito sino también la vida.
El viernes indiscutiblemente tampoco: todos los que han olvidado hacer lo que se propusieron estoicamente encausar en la semana, el viernes corren como desesperados. Los sábados es día de compras para los que trabajan afanosamente en la semana, esclavos del escritorio y las reuniones en sobreturno, se desbocan ansiosos por comprar. Estos copan los negocios y acaparan la atención de las vendedoras, y Usted, con sus sesentas, no les despierta el más mínimo interés.
El domingo, recordemos que pertenece a una generación que guarda las formas, es seguro que deberá asistir a misa y cocinar para una parva de nietos. ¿Qué, no es así? Ah..no… ¿Es usted viuda o su marido va a la cancha?, ¿Sus hijos viven en el exterior y tiene agendadas visitas a varias muestras de pintura? ¿Va a la maratón de Cine Independiente?… Bueno, si puede ser, no quiero originar una polémica ni distraernos de lo importante, es seguro que elige el martes para comprar los aros, convengamos en esto.
Sale a media mañana, sola, sin amigas ni testigos que pueden complicarle las cosas y dar cuenta de sus intrincadas estrategias para lograr el éxito a la hora de comprar los aros. No se asoma temprano porque los negocios se entonan después de las 10 y a esa hora ya tienen la mercadería nueva acomodada. Tampoco cerca del mediodía pues no quiere gastarse un dineral teniendo que comer afuera, sólo necesita un par de aros y nada más.
Sale a media mañana, sola, sin amigas ni testigos que pueden complicarle las cosas y dar cuenta de sus intrincadas estrategias para lograr el éxito a la hora de comprar los aros. No se asoma temprano porque los negocios se entonan después de las 10 y a esa hora ya tienen la mercadería nueva acomodada. Tampoco cerca del mediodía pues no quiere gastarse un dineral teniendo que comer afuera, sólo necesita un par de aros y nada más.
Vestida con lo mejor de su guardarropa de calle, endereza la espalda, levanta el mentón y sale a la calle. Es que se trata de un evento extendido… con sus previas y sus posteriores alharacas, que exceden el día de la celebración, Usted ya está de festejos desde el momento en que han depositado la invitación entre sus manos. Todo entonces será justificable y procedente ¡Usted tiene un casamiento!
Se traza un plan de acción: primero ver toda la oferta, recorrer a conciencia cada uno de los negocios, sin descartar ninguno, todos merecen tener la misma porción de notoriedad frente a sus evaluaciones. Se va deslizando suavemente sin comprar, despidiéndose siempre con la frase: señorita voy a seguir viendo y luego vuelvo, dejando la expectativa latente y el terreno cultivado para ser bien atendida en el hipotético caso de que necesitara repatriarse a este negocio. Las buenas costumbres ante todo.
Ahora bien, si la dependienta ha sido un tanto insistente sus palabras deberán ser: están bonitos pero no es lo que yo busco. Es importante que le quede bien prendida, sobre todo al dueño del local, la idea de un fuerte sentimiento de culpa por no poder satisfacer su necesidad, una mujer dispuesta a comprar, un desperdicio.
Si, por el contrario, la atención ha sido despectiva y pedante, tirando a “vieja histérica no hay nada que le venga bien”, puede probar con “pero qué casualidad, acabo de ver estos mismos aros en un Todopordos, igualitos, igualitos, pero si hasta son livianitos como estos”.
En fin lo importante es que Usted tenga en claro que tiene frente a sí misma una gran ocasión, que no se presenta todos los días. Tiene que comprarse un par de aros y puede aprovecharlo para ejercitar su autoestima y su manejo del poder. Tanta lectura New Age y tanto Gurú suelto no se comparan con estas andanzas y sus beneficios en el mundo real.
En primer lugar aproveche la coyuntura para aprender a hacer un despliegue lucido de sus conocimientos, “¿No tenés unos Benito Fernández con esos budas tan simpáticos que ví en otro negocio? Eran divinos… También tenían unos dorados engarzados con tonos perlados y flores, ¿Segura que no los tenés? ¡Pero qué lástima!. Probar también con la manipulación descarada “Hay querida si supieras la cantidad de aros que tengo en casa, ya no sé qué hacer con ellos, de oro, de plata, que me traje de Europa en el ’80..con qué gusto los regalaría, ya todo el mundo los ha visto, pero justo salí sin la billetera y estos son una obra de arte, con ese detalle de arabescos que los arroja lejos de la industria cultural y sus producciones en serie…” Y por qué no el despliegue de un poco de cinismo y fantasía “Es que usted no sabe, estoy cansada de asistir a cócteles y cenas de beneficencia, ya estoy harta de sushi con champagne.. necesito un detalle que sobresalga, algo especial que por una vez rompa con el cocoliche de vejestorios que me rodea… si ayer nomás en lo de Bebi estábamos diciendo que a este ritmo no se puede vivir… en esta semana tres eventos, imagínese querida… todavía me falta comprar la ropa, ir a la peluquería y ver si llegaron los zapatos italianos que le encargué a Renata…”
Finalmente luego de un recorrido intenso y de desplegar todos sus personajes posibles, ejercitando a conciencia, Usted ha preparado el terreno para enfrentar a sus posibles cocomensales, sus verdugos inapelables (le aseguro que esto no ha sido nada comparado con lo que le espera). Entonces con limpios movimientos de caderas, con labrados estiramientos de cuello y espiralados meneos de sus manos podrá enfrentar con éxito esas frases cortas y directas que van a clavarse en sus puntos débiles, esas preguntas filosas y comentarios aparentemente inofensivos… “Hay querida ¿estás fajada? Porque esa cinturita a tu edad no es normal… ¿qué te hiciste en el pelo? (frase que según la entonación puede ser un halago o una amenaza).
Se traza un plan de acción: primero ver toda la oferta, recorrer a conciencia cada uno de los negocios, sin descartar ninguno, todos merecen tener la misma porción de notoriedad frente a sus evaluaciones. Se va deslizando suavemente sin comprar, despidiéndose siempre con la frase: señorita voy a seguir viendo y luego vuelvo, dejando la expectativa latente y el terreno cultivado para ser bien atendida en el hipotético caso de que necesitara repatriarse a este negocio. Las buenas costumbres ante todo.
Ahora bien, si la dependienta ha sido un tanto insistente sus palabras deberán ser: están bonitos pero no es lo que yo busco. Es importante que le quede bien prendida, sobre todo al dueño del local, la idea de un fuerte sentimiento de culpa por no poder satisfacer su necesidad, una mujer dispuesta a comprar, un desperdicio.
Si, por el contrario, la atención ha sido despectiva y pedante, tirando a “vieja histérica no hay nada que le venga bien”, puede probar con “pero qué casualidad, acabo de ver estos mismos aros en un Todopordos, igualitos, igualitos, pero si hasta son livianitos como estos”.
En fin lo importante es que Usted tenga en claro que tiene frente a sí misma una gran ocasión, que no se presenta todos los días. Tiene que comprarse un par de aros y puede aprovecharlo para ejercitar su autoestima y su manejo del poder. Tanta lectura New Age y tanto Gurú suelto no se comparan con estas andanzas y sus beneficios en el mundo real.
En primer lugar aproveche la coyuntura para aprender a hacer un despliegue lucido de sus conocimientos, “¿No tenés unos Benito Fernández con esos budas tan simpáticos que ví en otro negocio? Eran divinos… También tenían unos dorados engarzados con tonos perlados y flores, ¿Segura que no los tenés? ¡Pero qué lástima!. Probar también con la manipulación descarada “Hay querida si supieras la cantidad de aros que tengo en casa, ya no sé qué hacer con ellos, de oro, de plata, que me traje de Europa en el ’80..con qué gusto los regalaría, ya todo el mundo los ha visto, pero justo salí sin la billetera y estos son una obra de arte, con ese detalle de arabescos que los arroja lejos de la industria cultural y sus producciones en serie…” Y por qué no el despliegue de un poco de cinismo y fantasía “Es que usted no sabe, estoy cansada de asistir a cócteles y cenas de beneficencia, ya estoy harta de sushi con champagne.. necesito un detalle que sobresalga, algo especial que por una vez rompa con el cocoliche de vejestorios que me rodea… si ayer nomás en lo de Bebi estábamos diciendo que a este ritmo no se puede vivir… en esta semana tres eventos, imagínese querida… todavía me falta comprar la ropa, ir a la peluquería y ver si llegaron los zapatos italianos que le encargué a Renata…”
Finalmente luego de un recorrido intenso y de desplegar todos sus personajes posibles, ejercitando a conciencia, Usted ha preparado el terreno para enfrentar a sus posibles cocomensales, sus verdugos inapelables (le aseguro que esto no ha sido nada comparado con lo que le espera). Entonces con limpios movimientos de caderas, con labrados estiramientos de cuello y espiralados meneos de sus manos podrá enfrentar con éxito esas frases cortas y directas que van a clavarse en sus puntos débiles, esas preguntas filosas y comentarios aparentemente inofensivos… “Hay querida ¿estás fajada? Porque esa cinturita a tu edad no es normal… ¿qué te hiciste en el pelo? (frase que según la entonación puede ser un halago o una amenaza).
Hace días se imagina todos los escenarios posibles y se pregunta con una agitación atropellada cómo estará tal y cómo la verá cuál. Y si, créame, Usted no tiene idea de la batalla que verá librarse ante sus ojos…Para entonces su ahora lerdo poder de reacción estará gimnásticamente preparado.
Cerca del mediodía decide tomarse un cafecito en el bar grasiento de algún gallego amigo y se vuelve a su casa, sin el par de aros, por supuesto.
Entra en su alcoba. La de siempre, la que tiene la muñeca de porcelana ahogada entre almohadones de puntilla. O tal vez la de hace poco, esa en la que guarda juguetes nuevos en la mesita de luz, esa que ha sido el tablado oscuro en el que ha protagonizado situaciones que son poco recomendables para una abuela.
Está renovada.
Dirige la mirada a esa caja de Pandora en la que guarda todo revuelto. Hurgando con la paciencia de un jugador de rompecabezas profesional , logra volver a fusionar a dos protagonistas perdidos en la maraña de perlas, eslabones, plumas, brillantes y cordones de colores formando una nueva sintonía que armonizará primorosamente con su cartera y sus zapatos de taco de toda la vida (a los que por cierto les ha hecho suela nueva).
Puede que se arroje en el silloncito de lectura y prenda un cigarrillo. Tal vez ahora sí se encuentre de ánimo y por fin retome los óleos y termine ese cuadro. O, quién sabe, cocine a destajo conservas y dulces mientras canta a viva voz. También es posible que se ría a carcajadas y piense seriamente en tomarse ya mismo un analgésico, no vaya a ser cosa que vuelva a molestarle el ciático… porque después de todo, dentro de un mes, tiene Usted un casamiento.
Cerca del mediodía decide tomarse un cafecito en el bar grasiento de algún gallego amigo y se vuelve a su casa, sin el par de aros, por supuesto.
Entra en su alcoba. La de siempre, la que tiene la muñeca de porcelana ahogada entre almohadones de puntilla. O tal vez la de hace poco, esa en la que guarda juguetes nuevos en la mesita de luz, esa que ha sido el tablado oscuro en el que ha protagonizado situaciones que son poco recomendables para una abuela.
Está renovada.
Dirige la mirada a esa caja de Pandora en la que guarda todo revuelto. Hurgando con la paciencia de un jugador de rompecabezas profesional , logra volver a fusionar a dos protagonistas perdidos en la maraña de perlas, eslabones, plumas, brillantes y cordones de colores formando una nueva sintonía que armonizará primorosamente con su cartera y sus zapatos de taco de toda la vida (a los que por cierto les ha hecho suela nueva).
Puede que se arroje en el silloncito de lectura y prenda un cigarrillo. Tal vez ahora sí se encuentre de ánimo y por fin retome los óleos y termine ese cuadro. O, quién sabe, cocine a destajo conservas y dulces mientras canta a viva voz. También es posible que se ría a carcajadas y piense seriamente en tomarse ya mismo un analgésico, no vaya a ser cosa que vuelva a molestarle el ciático… porque después de todo, dentro de un mes, tiene Usted un casamiento.
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