Por Graciela M. Fernández
La mayoría de nosotros, los más cincuenta, nos criamos en una casa, saboreando uvas de la parra.
Era muy común que en las viviendas de esa época hubiera una planta de uvas. En verano hacíamos jugo o las comíamos, porque solo teníamos que estirar el brazo para alcanzarlas.
La planta se la podaba para que trepara y cubriera un patio o una glorieta.
La mayoría de nosotros, los más cincuenta, nos criamos en una casa, saboreando uvas de la parra.
Era muy común que en las viviendas de esa época hubiera una planta de uvas. En verano hacíamos jugo o las comíamos, porque solo teníamos que estirar el brazo para alcanzarlas.
La planta se la podaba para que trepara y cubriera un patio o una glorieta.
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