Por Laura Soto
El primer desafío que enfrenté en mi niñez fue construir un barrilete. Mi papá tenía grandes rivalidades con su hermano menor, Tito, que traía desde la cuna, cuando su madre lo envió a vivir con su tía porque no podía criar a dos bebés pequeños. Desde entonces un caldo espeso se cocía entre ellos.
Se desafiaron a ver quién de los dos construía el barrilete más bello. Mi tío Tito no tenía hijos, nosotros éramos tres, así que yo fui en préstamo a jugar en su equipo. En el fondo de mi alma deseaba perder, porque, con todas las sombras que arrastraba mi papá, yo lo amaba profundamente sin saber por qué.
Durante una semana los dos equipos trabajamos incansablemente. Papá volvía del trabajo cansado, nervioso, ansioso, y se ponía sobre el tablero de dibujo, que para mí era como un insecto de patas gigantes, para diseñar formas geométricas insólitas, combinando triángulos, rectángulos y cuadrados a fin de dar con el barrilete que asombrara al mundo. Se encorvaba sobre sus dibujos encandilado por la única luz que no se apagaba en casa hasta el amanecer, cuando se tomaba dos vasos de café y volvía a la oficina. No permitía que nadie lo ayude, mis hermanos eran más un estorbo, para su gran proyecto. Un silencio rumiante lo perseguía.
En cambio, yo veía a mi tío, taxista despreocupado y relajado, con las manos pegoteadas de engrudo. Esa pasta a base de harina y agua hirviendo que se usaba para pegar el papel. Trabajaba sobre un diseño clásico, un cometa, adornado con flecos cortados en colores contrastantes. El resultado de mi equipo fue un barrilete bastante lindo, simple, de papel muy fino, flecos, piolines uniendo las cañas y una cola hecha de trapos de multicolores para hacer de contrapeso. Voló sin problemas, al primer intento, esplendoroso impulsado por los gritos de Tito y mis modestos saltitos culposos.
El gran invento de papá fue un chasco. Era precioso, majestuoso, de un detallismo y colorido impresionante, con volumen, con aristas bellas y ángulos imposibles. Nunca pudo remontar más de un metro, impulsado solo por su frustración y rabia.
Mis hermanos más chicos festejaron el vuelo estilizado de nuestro barrilete, y enviaron cartas a través del piolín hacia el cielo. No dimensionaban el nuevo enojo de papá para con su hermano. Como entonces siempre estamos eligiendo, entre hacer lo perfecto o lo práctico, entre pelear o colaborar, entre sentir culpa o disfrutar. Mis elecciones siempre parten de estas preguntas.
Cómo hacer un barrilete, y que vuele!!!
En principio debe ser liviano, de diseño simétrico y tener una cola de trapo. Nosotros lo hacíamos cortando cañas, cruzándolas, las atábamos con piolín y con el mismo hilo uníamos el borde de las cañas hasta lograr la forma geométrica que buscábamos.
Con un papel especial, muy fino, creo que ya no se consigue, recortábamos esa misma forma con un pequeño reborde que hacía de solapa. Lo pegábamos con engrudo.
Finalmente con retazos de tela hacíamos la cola y a volar!!!!
Como en la vida, dale hilo, soltale hilo!!!
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