La belleza que madura




Por Laura A Soto

En las redes circula un texto que vale la pena rescatar en nuestro blog. Lo hemos transformado, tomando su escencia, y poniendo nuestros propios colores. Posiblemente no pertenezca a Carla Bruni la ex primera dama de Francia,  como se afirma, pero rescatamos aquí algunos conceptos que nos encantan y hacen al espíritu de este espacio.

Sólo las palabras de una mujer que ha sido muy bella en su juventud parecen  tener el peso y la autoridad para sostener estas afirmaciones, pero quienes transitamos esas edades conocemos cabalmente su sabiduría. 

A partir de los 50 o 60 años, el atractivo (tanto en hombres como en mujeres) es el resultado de la simpatía, de la elegancia, el autocuidado, el respeto por el otro,  de la actitud, no más del cuerpo y los rasgos físicos, la posición económica o el desarrollo profesional. 

La belleza se vuelve un estado del espíritu, el temperamento, un brillo especial en los ojos. La sensualidad va a surgir más de la sensibilidad que de la apariencia. Una mujer (o un hombre) aburrida, deprimida o desagradable puede ser bonita antes de los 50. Una mujer egoísta, oportunista o cobarde puede ser llamativa antes de los 50. Después ya no, después se diluyen las fachadas.
 
Es entonces cuando la piel iluminada sólo brilla es capaz de amar, de escuchar, de acompañar en aquello que el otro es. La hermosura viene del talante. De la manera en que los problemas son enfrentados, de la alegría al despertar, de la actitud.

A cierta edad las amigas son la crema capaz de estirar las arrugas,  el afecto es el corrector de ojeras embelleciendo el rostro.

El encanto nace de la inteligencia,  de la gentileza.

Después de los 50, 70, o los años que vengan, sólo la felicidad rejuvenece. Trabajamos en ese sentido.


Comentarios