La transformación en Vintage


Por Graciela M. Fernández y Laura A. Soto



Algunos objetos que en el pasado eran imprescindibles, con el paso de los años, se convirtieron en adornos útiles. Lo que en la actualidad, siglo XXI, se denomina vintage, ( antigüedades mejoradas). 

Es el caso del calentador Bram Metal, existían chicos y grandes, tenían un tambor de bronce , que había que lustrar a diario para lucir brilloso, donde se llenaba de querosene y una mecha que al mojarse con el combustible, prendía fácilmente, arriba contaba con una rejilla de alambre, donde se podía cocinar o calentar, fue una marca muy popular Argentina, que también fabricaba estufas. 

Recuerdo a mi madre -que era muy friolenta-, por las tardes sentada al lado tejiendo, y tomando su matecito. Fue su compañero de los inviernos durante muchos años. 

Luego llegaron los calefactores con tiro balanceado, que no daban olor a querosene, tampoco consumen el oxígeno de los ambientes y fue reemplazado inmediatamente, el pobrecito que había sido compañero fiel, durante muchos años, el avance lo dejó arrumbado en el galpón, a nadie le interesaba, ya no reposaba sólo en verano, había pasado a su descanso eterno. Hasta que resucitó, convirtiéndose en una hermosa lámpara, que lucía con orgullo en mi casa y que a todos contaba, que era el calentador de mi mamá.





No llegamos a conocer cómo se utilizaban las planchas de carbón, pero había en casa o en la casa antigua de la tía lejana, una plancha pesada de hierro que se podía abrir y colocar carbón en brasas. Con eso planchaban unas sábanas inmensas de algodón combinando con la aplicación de almidón y el buen arte del planchado. Hoy las vemos transformadas en lámparas y nos resultan una curiosidad.
En cuanto al Sol de Noche, era una herramienta muy necesaria en mi infancia, porque la electricidad se cortaba muy seguido y era necesario tener una forma de iluminarse en las noches frías de invierno. Me encantaba ver como mi padre procedía a realizar toda una ceremonia para poder ponerla en marcha. Pues tenía una mecha de tela especial, que si no se manipulaba correctamente, se consumía en un instante como un fósforo. Había en casa siempre repuestos de esta mecha, era como una malla que debía transformarse en incandescente y que con una perilla lateral se regulaba su potencia, su luz. Me encantaba el sonido amenazante que generaba, como una aceleración en el aire y a la vez un clima de intimidad frente a la oscuridad absoluta que nos rodeaba.








Comentarios