Por Graciela M. Fernández
En Marzo de 1967 tenía apenas seis años. Cómo no tuve la experiencia de haber concurrido al Jardín de Infantes, directamente mi escolaridad comenzó en primer grado, iba orgullosa con un guardapolvo blanco, abrochado atrás, zapatos nuevos y peinada muy prolija, todo era perfecto, mis padres emocionados que comenzara la escuela primaria, mi madre corría para que todo saliera a horario.
Ese día comenzó para mi un mundo maravilloso, cuando mi hermano que es cuatro años máyor, iba a la escuela yo deseaba hacer lo mismo, pero nunca imaginé que me iba a gustar tanto.
Mi primer grado fue una de las experiencias más maravillosas, tengo grabado en mi memoria el aula, las mesas donde nos sentábamos de a cuatro, en la Escuela N° 5 Domingo F Sarmiento, de la calle Amenedo en Adrogué, la señorita Julia Elena, no recuerdo su apellido, pero jamás me olvidé de ella, fue tan importante en mi vida, su ternura, comprensión, el amor y dedicación, por todo eso, es que siempre estará en mi corazón.
Cómo habrá sido de importante que conservo el libro que usamos, el único que guardé de toda mi escolaridad, Campanita, al abrirlo y comenzar a pronunciar las letras y luego las palabras, fue un viaje de ida. Cuando aprendí a leer, no paraba en todo el día y así logré a lo largo de la vida descubrir una enorme cantidad de libros, que me transportaron a diferentes vidas, ciudades, historias y mundos desconocidos, todo gracias a la lectura.
Mi biblioteca es el lugar privilegiado en mi casa y todos los autores reposan en ella con la compañía de Campanita, a quien le debo el honor de leer mi primera palabra OSO y mi primera oración ESE OSO.
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