Máquina de escribir Olivetti



Por Graciela M. Fernández



En Piamonte, provincia de Turín, Italia, donde grandes descubrimientos se asomaban, producto de la Revolución Industrial, Camilo Olivetti, fundó en 1895 la fábrica de máquinas de escribir que llevaría su apellido, en esa zona se estaban construyendo varias industrias y como consecuencia de ello una zona residencial. Con el paso de los años su hijo Adriano Olivetti, fue modernizando la producción y así las máquinas de escribir iban mejorando y logrando ser más eficientes a medida que se perfeccionaba.




La publicidad era parte del desarrollo de la empresa y la mayoría estaban dirigidas a las mujeres, mecanógrafas, empleadas en oficinas, bancos y otros trabajos que requerían de dactilógrafas que escribieran 110 palabras por minuto.

Con este avance comienzan a abrir institutos, que por lo general primero enseñaban a memorizar el teclado en un cartón, porque el objetivo era escribir sin mirar, solo había que observar la hoja, para ver como quedaba el trabajo. En las escuelas secundarias comerciales, también enseñaban a manejar estas máquinas.

A medida que pasaban los años, se iban modernizando, siendo menos pesadas y hasta se revolucionó el mercado con la máquina portátil, muchas marcas competían por los dedos que pegaban sin parar y dejaban retratado en el papel cartas, documentos, informes y escritos de todo tipo.



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