En un ceremonioso gesto mi padre buscó dentro de una vieja caja de zapatos su Libreta de Ahorro de cuando era niño. La vimos juntos, tocamos los sellos y vimos los dibujos. Me explicó la importancia de ahorrar, de planificar hacia el futuro, de tener un objetivo. Ahorrar para que en unos meses puedas comprarte una bicicleta. ¿Pero cómo? Un mundo nuevo se abría para mí ese día.
En el colegio, junto con todos mis compañeros de quinto grado B (de la Escuela Nro 24 Patricias Argentinas) y la maestra, fuimos al Banco Nación y cada uno de nosotros abrió su caja de ahorro. A partir de ese momento yo también tendría mi propia cuenta. Pequeños billetes que me regalaba mi abuela, un alfajor menos que comprar, unas monedas descubiertas debajo de la almohada. Todo era una excusa para ver crecer las estampillas, un compartir con otros las expectativas.
Era otro país, otros valores. Para mí, que tengo más de 50 años, fue toda una lección de vida, las cosas con esfuerzo y sueños se pueden concretar.
Como he vivido mucho me permito contarles cómo yo les enseñé a mis hijos. Siempre habíamos querido viajar a Disney, y unos amigos nos dieron la idea, poner en una botella de gaseosa monedas de un peso (que en ese momento valían un dólar). Necesitábamos llenar cuatro botellas para poder viajar. Lamentablemente nunca lo pudimos concretar.
Nunca nunca voy a olvidar la mañana en que por una devaluación feroz, cuando esas monedas pasaron a valer la tercera parte, debimos romper la botella llena a la mitad explicándoles a nuestros hijos que ya el viaje no se haría y que debíamos gastar esas monedas lo antes posible en el juguete que eligieran.
Créanme cuando les cuento que lloraron y patalearon sin entender. Esa fue la primer lección de economía que tristemente yo les dí a mis hijos.
Mi abuela Elisa me aconsejaba "buscate un tanito laburador que compre ladrillitos". Con el tiempo fuí la gestora de mis propios logros y busqué un compañero con el cual intercambiar experiencias frente a los porrazos económicos.
Cada época tiene su receta y todos, especialmente en Argentina, aprendemos adaptándonos. Nunca les recomendaría a mis nietos abrir una Libreta de Ahorro en el Banco Nación. Una pena.
Sí que sigan soñando y esforzándose por concretar ese sueño, aunque tengan que renunciar a un caramelo.
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