Por Laura A. Soto
A la hora de enseñar a mis hijos algunas lecciones para la vida siempre tuve en cuenta la necesidad de incentivar en ellos un espíritu independiente. Que resolvieran por sí mismos la mayor cantidad de pequeños desafíos que cada día les presentaba.
Mi inspiración estaba puesta en el plato de porcelana con el que aprendí a comer. No hubo avioncitos ni un seguimiento a sol y a sombra a la hora de comer. En casa estaba este plato de porcelana con una base de metal que se cargaba con agua caliente.
No puedo recordarlo en mí, pero sí tengo la imagen de mi hermana frente al plato y revoleando la cuchara mientras embadurnaba el mundo de papilla. Solita su alma explorando cómo comer, ese menjunje que siempre estaba calentito y frente al cual disponía de todo el tiempo del mundo para resolver cómo hacerlo.
Este plato ha inspirado muchas de las decisiones que a la hora de marcar pautas de enseñanza /aprendizaje con mis hijos.
No todo debe estar resuelto ni la mirada materna debe ser la de un Gran Hermano que lo controle todo. Déjalo ser decía Lennon. Dejálo experiementar y explorar diría hoy.
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